Imagínate que tienes el coche más rápido del mundo, una maravilla de la ingeniería capaz de romper récords. Pero tienes un problema: no hay suficiente gasolina en todo el planeta para hacerlo funcionar. Algo así está pasando con la inteligencia artificial. Tenemos los "motores", los chips y procesadores más potentes jamás creados, pero nos estamos quedando cortos de "combustible": la energía eléctrica.
Esta es la idea que lanzaron hace poco dos de los mandamases del mundo tecnológico, Satya Nadella, el jefazo de Microsoft, y Sam Altman, el cerebro detrás de OpenAI y ChatGPT. En una charla relajada en un podcast, soltaron la bomba: el verdadero cuello de botella para la IA no es la capacidad de cálculo, sino la energía. "El riesgo es tener un inventario lleno [de chips] y no poderlo usar", confesó Nadella. O en palabras más directas: tenemos un montón de GPUs (las unidades de procesamiento gráfico que son el corazón de la IA) cogiendo polvo en un almacén porque, simplemente, no hay suficientes enchufes, o más bien, centrales eléctricas para darles vida.
Un monstruo con un apetito insaciable
Para que nos hagamos una idea, cada vez que le preguntas algo a un sistema como ChatGPT, consumes unas diez veces más energía que haciendo una búsqueda normal en Google. Y esto es solo la punta del iceberg. El entrenamiento de estos modelos de IA, como el que está detrás de Gemini de Google, es un proceso que devora gigavatios. De hecho, el consumo eléctrico de los centros de datos dedicados a la IA se duplicó entre 2017 y 2023. Y las previsiones son de infarto: se espera que la demanda de energía para la IA crezca hasta un 36% cada año.
Este consumo desbocado no solo es un problema de números en una factura. Tiene un impacto real y tangible. Un informe reciente de Stand.earth reveló que la demanda eléctrica de los centros de datos de Microsoft podría aumentar más de un 600% para 2030, lo que equivale a la energía que consume toda la región de Nueva Inglaterra en Estados Unidos. Y lo que es peor, gran parte de esa energía sigue viniendo de combustibles fósiles, lo que choca frontalmente con los compromisos de sostenibilidad de estas mismas empresas.
La carrera por encontrar nuevas fuentes de energía
Ante este panorama, las grandes tecnológicas se han puesto las pilas (nunca mejor dicho) para buscar soluciones. Y la que suena con más fuerza es, cuanto menos, sorprendente: la energía nuclear. Pero no pienses en las gigantescas y polémicas centrales del pasado. La apuesta ahora está en los pequeños reactores nucleares modulares (SMR, por sus siglas en inglés).
La idea es construir reactores más pequeños, seguros y eficientes que puedan instalarse cerca de los centros de datos para alimentarlos directamente. Empresas como Microsoft, Google y Amazon ya están invirtiendo fuerte en esta tecnología. Recientemente, el gobierno de Estados Unidos anunció un acuerdo de 80.000 millones de dólares para construir nuevos reactores nucleares con el objetivo explícito de soportar la demanda de la IA.
OpenAI ha ido un paso más allá, pidiendo directamente al gobierno estadounidense que construya la infraestructura necesaria para garantizar 100 gigavatios de electricidad anuales dedicados a la IA. Su argumento es claro: "La electricidad no es simplemente un servicio público, sino un activo estratégico crucial". Lo ven como una cuestión de seguridad nacional para mantener la ventaja tecnológica frente a China, que ya les saca ventaja en la construcción de nuevas centrales energéticas.
¿Y ahora qué? El futuro energético de la IA
Está claro que la conversación ha cambiado. Si hasta hace poco la obsesión era fabricar chips cada vez más potentes, ahora el foco está en cómo vamos a alimentar todo ese poder de cálculo. La IA, esa herramienta que promete revolucionar nuestras vidas, tiene una sed energética que no podemos ignorar.
La solución no será única ni sencilla. Pasará por una combinación de optimizar la eficiencia de los propios centros de datos, como ya intenta Microsoft con técnicas de refrigeración líquida y mejor gestión del software, y explorar nuevas fuentes de energía. La energía nuclear modular parece una de las grandes candidatas, pero también se necesitará un impulso masivo a las renovables para que este crecimiento sea sostenible.
Lo que Satya Nadella y Sam Altman han puesto sobre la mesa no es un problema técnico para ingenieros, es un debate que nos afecta a todos. La inteligencia artificial ya está aquí, y su apetito energético es real. La gran pregunta es si seremos capaces de saciarlo de una forma inteligente y responsable, sin que el remedio sea peor que la enfermedad. La próxima revolución tecnológica no se medirá solo en teraflops, sino también en kilovatios.
